Por: Marco Antonio Valencia Calle
La historia del mundo tiene un capítulo importante en el liderazgo de las mujeres, quienes en su actividad política han sido reinas, emperatrices, primeras damas, presidentas, gobernadoras, alcaldesas… y dependiendo de su inteligencia, sensibilidad y grandeza, se han desempeñado con perversidad o éxito. Es decir, que no por ser mujeres han tenido mayor o menor suerte, o son mejores o inferiores a la hora de ocupar un cargo público.
Antes del siglo XX, el liderazgo político de las mujeres en Colombia se había visto opacado por diversas razones, y el listado de mujeres relevantes en la vida pública no es largo. Eso sí, ellas siempre han estado cerca del poder, han ocupado cargos importantes en los gabinetes, y desde sus posiciones han ayudado a tomar decisiones claves, sin ser las protagonistas.
Pero la historia cambia. En los últimos años las mujeres han decidido exponerse y presentarse a elecciones en franca competencia con la tradición y el machismo. Pero además, han venido ocupando puestos importantes y trascendentales cuando lo han merecido, o gracias a la famosa “ley de cuotas” que obliga a los partidos políticos a inscribir en sus listas (para cargos de elección popular) a mujeres, e incluso, una vez constituidos los gobiernos, obliga a nombrar mujeres en los gabinetes.
La ley de cuota es injusta para muchos. Pero la verdad, es que fue necesaria en momentos históricos donde las mujeres eran excluidas de la política, o no se les invitaba a participar de los gobiernos locales y nacionales.
Es una ley que parece injusta por muchas razones: por ejemplo, en algunos municipios donde no hay liderazgos femeninos evidentes los partidos políticos tienen que rellenar los listados con cualquier nombre, y muchos partidos andan de casa en casa rogando a las mujeres que participen y ellas no quieren, no están preparadas o no les interesa. Además pareciera que se debe nombrar a mujeres en los cargos solo por ser mujeres sin otro mérito distinto. Y eso, la verdad, no está bien.
Y mientras las mujeres no tengan las mismas oportunidades, mientras el nivel de participación y de liderazgo político no se vea parejo, esa ley debe mantenerse. Eso esperamos. De allí los llamados vehementes a las mujeres para prepararse académicamente y se animen a participar. La puerta está abierta, se necesitan mujeres capaces en los cargos públicos, y en la política nacional.
En ese contexto, hay que celebrar tener mujeres con capacidad intelectual, carisma y proyección social con disposición de ocupar cargos de relevancia, y sobre todo, dispuestas a pelearse en una elección popular la oportunidad de administrar un municipio o un departamento.
En el Cauca el papel político de las mujeres ha sido discreto, tras bambalinas. Tener mujeres dispuestas a jugarse su destino y tranquilidad para comprometerse con el bienestar social de la región es grandioso. Merecen nuestro apoyo, y la sociedad debe valorar en sus justas proporciones la participación de las mujeres en el debate electoral.