por: Marco Antonio Valencia
Intento poesía y nada. Intento un artículo y nada. Estoy anegado. Ahogado en mi propio silencio, en mis propias dudas. Amanecí sin palabras, sin ideas, sin escritura. El aguacero de anoche se llevó todo, desde la basura de enfrente de mi edificio, hasta las palabras que me acompañaban. Es terrible, es como si un rico amaneciera con sus cuentas congeladas, o una vaca sin leche, o como si un policía amaneciera sin amor. !Que angustia, que desolación, por Dios!
La musa se fue anoche, se desapareció mientras dormía. En esta ciudad donde todos los días desaparece gente y nadie dice nada, colocar una denuncia por ello no tendría sentido. ¿Si no les importa que desaparezca la gente, que va a importar que se le pierda la musa a un escritor? Pero no exageremos. Tiene que haberse ido con otro, aquí los amores, por el clima, cambian de dueño con frecuencia y nadie dice nada. ¿Se la abran robado? La gente dice que están robando mucho. Que Ali Babá y los cuarenta ladrones se adueñaron de la ciudad. Dizque tienen carnet para robar cajeros, casas, apartamentos, motos, carros y ahora, parece que hasta roban musas. Malditos ladrones. ¿De qué les sirve una musa sin oficio? Es que se roban cosas por robar, por cafres. Si denuncio mínimo me dicen que tengo que estar agradecido porque me robaron la musa, pero a mí no me paso nada.
Para dónde se habrá ido esta bandida de dientes grandes y ojos sin límites. Se habrá ido de barragana al parque Centenario, a mirar llover mientras llegan campesinos para abrirles la bragueta y la billetera, a engrosar ese club de esperpentos que desfilan en busca de amor sifilítico, del amor sin amor. Se habrá ido al parque de Caldas a lucrarse vendiendo alucinógenos a estudiantes sin padre. Estará vendiendo periódicos amarillistas en el Puente del Humilladero, el negocio de moda que está sacado de pobres a los pobres. Ella sabía que teníamos que trabajar hoy, que tenía que madrugar. Infeliz, irresponsable.
Me hieren los ojos la ausencia de ideas en el corazón. Hasta aquí llegamos carajo, qué será de mí, de mis dedos, de mi computador sin la maldita musa. Un hombre sin mujer vaya y pase, con hablar paja se pasa, pero un escritor sin musa no tiene razón de ser. Queda el recurso de intentar robarle la musa a otro, las ideas a otro, imitar a otro del vecindario; pero si mi musa, a la que le hago mantenimiento todos los días es una barragana irresponsable, cómo será la musa de un escritor de ocasión…
Ay dios, cómo se sufre sin musa. Es una ausencia insondable. Dolor de huérfano, desorientación absoluta. El corazón late pero no irriga nada. Sin musa no hay presentimientos. El terror me invade ¿A dónde van los desaparecidos? ¿Tengo que esperar a que aparezca muerta en las afueras de la ciudad? ¿Estará mi musa en una fosa común ya? ¿Por qué es que se desaparece la gente y la gente no dice nada?
Sin la musa se puede escribir pero no se puede entender. La musa nos da la relación con las intuiciones, nos conecta con el cosmos, con los lectores.
Señores lectores. Perdonen ustedes. Lo lamento, hoy no tengo nada qué decir, nada que denunciar. La muy puta, la muy musa, se fue con otro, o se la robaron, o la desaparecieron, que sé yo. En esta ciudad ya nadie da razón de nada.