Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Colombiano
Pobre trabajador raso colombiano. Es un sándwich entre empresarios, gobierno y sindicatos. Es pelea de burro con tigre. Es como poner en la balanza a Pulgarcito con Sansón. De un lado están los trabajadores con botas gastadas y ropa de trabajo de estopa y con un logo o un número de propiedad en la espalda o en el bolsillo del pecho. En su platillo se sientan unos medrosos representantes de lo que queda del sindicalismo. Y sentados en el otro platillo está la pesada del gobierno con su ministro llamado de protección social, los representantes de la Banca y de la gran empresa. Vaya desbalance tan desmesurado.
¿En dónde está el Defensor del Pueblo, en dónde los representantes de los Consumidores, en dónde está la Iglesia, en dónde el Partido Liberal, llamado otrora por Gaitán, el defensor del los descamisados?
Salario de hambre, símbolo y termómetro de la pujanza económica de un país, salario destinado a la alimentación de un trabajador y su familia. Salario justo, será llamado el día de mañana después de que no haya arreglo. Con esos pesos deberán sobrevivir y quienes lo ganen serán llamados bienaventurados porque tienen un “empleo” bien remunerado.
Cada final de año nos regala este panorama. Es el anticipo de la llegada del redentor a la pesebrera de paja. Allí está el hijo de obrero en medio de su pobre burro y de la vaca ya sin ubre llena. Es el regalo de Navidad del Gobierno de los empresarios a la gente más pobre: Lejos está Herodes con sus burócratas de ministerios, alcaldías, Congreso y notarías.
Los jefes sindicalistas se quejarán de que fueron convidados a no ver ni siquiera las migajas de la rica mesa donde reinan Epulón y sus otros convidados. Al principio ofrecieron el 8% y ahora ya han rebajado el mísero botín al 6.5%. Ya el mercado no se rige por la oferta y la demanda del mercado, ya no se acuerda el gobierno de las altas ganancias de la Banca, ni de los favorables aranceles, ni de la propaganda de que este gobierno estaba en un paraíso con el 80% de popularidad por la boyante economía.
Ahora todo está mal para los pobres empresarios y los míseros banqueros. No se les puede molestar con la exigencia de un 10% pírrico aumento, a pesar de que la gran prensa coincide en demostrar que los ingresos de hoy equivalen al poder adquisitivo del viejo año 2000. No se tienen en cuenta el invierno, los desastres, la quiebra de los ingenuos ahorradores de DMG ni la cola de los pensionados o de los engañados con un subsidio electoral.
¿Cómo llamar a esa conducta de quienes tienen por anticipado la balanza a su favor? ¿Cómo se llamará esa sed de enriquecimiento lícito a costa del trabajador? ¿Cómo se llamará esa falta de sensibilidad humana que impide que un “asalariado” gane 50 mil pesitos más en todo un mes? ¿A eso se llama paga justa del trabajo de un hombre que responde por arriendo, comida, salud, educación, impuestos por comprar en el mercado? ¿Qué dirán los que rezan rosario y dicen mijito por la TV en los consejos comunitarios?
13-12-08 8:38 p.m.