La región se encuentra seriamente afectada
Las plagas del Cauca IV
Por: Diana Carolina Durán Núñez / Enviada especial
Las plagas del Cauca IV
Por: Diana Carolina Durán Núñez / Enviada especial
El Gobierno central ha manifestado en varias ocasiones que los indígenas no trabajan la tierra, pero ellos aseguran que no pueden hacerlo si son ciénagas o áreas sagradas. Además, los coconucos, por ejemplo, mantienen cinco hectáreas libres por cada nacimiento de agua, y en su territorio hay unos 87. También reclaman como suya la finca Villa Carola, que fue designada por el Estado a doce familias desplazadas.
Al gobernador del departamento, Guillermo González, le preocupa seriamente esta posición. En especial, que las nuevas generaciones de indígenas busquen las tierras a la fuerza. “Los sectores productivos piden más tierras. Los indígenas también. Pero el departamento no crece, es finito. Si nadie modifica su posición, esta es una problemática imposible de solucionar”, señala.
6. Las pirámides que ‘tumbaron’ a Popayán
La multiplicación del dinero fue una fiebre que consumió a Popayán en nueve meses. La fe en Proyecciones DRFE (Dinero Rápido Fácil y Efectivo) se esparció como una epidemia que hoy los payaneses lamentan. Desde su cierre, perciben que la delincuencia se ha incrementado y un comercio en cámara lenta es la premonición de un diciembre sombrío. Además, expresan resentimiento hacia los policías, pues los acusan de haberse robado dinero de las arcas de la empresa, a pesar de que el comandante de Policía de la ciudad los ha defendido a capa y espada.
La enfermedad de DRFE contagió a familias como la Burbano. El primer síntoma se manifestó en Alexánder Piamba Burbano, un abogado desempleado de 28 años de edad, que invirtió $1 millón por sugerencia de una tía de su novia. Luego de 30 días, su capital se había incrementado un 80%, dinero que reinvirtió cada mes. Como “estaba dando”, Alexánder convenció a cuatro de sus primos para que siguieran su ejemplo.
Y así lo hicieron. Liliana y Jimmy Erazo Burbano, docentes de 35 y 33 años de edad, invirtieron en DRFE $10 y $2 millones, respectivamente, obtenidos por préstamos. Jesús, su hermano menor, empeñó su automóvil por $5 millones, los cuales repartió entre las oficinas de Popayán y Pasto. Y Liliana, una gerontóloga de 29 años de edad, metió $3 millones y convenció a su papá, quien depositó $1 millón en DRFE y $3 más en DMG.
Alexánder también convenció a su madre, Ubania Burbano, una profesora de 55 años de edad. Ella invirtió $4 millones de sus cesantías, y al cierre de la compañía, su capital se acercaba a los $13 millones. “Nos ganó la ambición”, expresa. Ella motivó a su padre, don Julio Burbano, de 86 años de edad, quien invirtió $1 millón de pesos. Cada mes, don Julio retiraba las ganancias y con eso pagaba el tratamiento de su esposa, quien sufría de cáncer de esófago y falleció hace dos semanas.
La fiebre de DRFE se siguió apoderando de la familia. Doña Ubania convenció a su hija Marta Isabel, de 24 años de edad, y ésta, a su vez, convenció a su esposo para obtener el capital. El hombre vendió su carro y así consiguió los $5 millones que alimentaron las arcas de DRFE. Por su parte, Marta incitó a Arbey, un amigo suyo de Armenia. Él vendió la sala, el comedor y los electrodomésticos de su casa, reunió $3 millones y los depositó en la compañía.
Dos tías de Marta también se dejaron contagiar de la fiebre. Vianney Burbano, de 47 años, una profesora jubilada que vive en Canadá, invirtió las cesantías de toda su vida en DRFE. Idalí Burbano le entregó a la firma un capital de $5 millones y exhortó a sus dos hijas, las cuales invirtieron $500 mil cada una. Gloria Flórez, una prima de la mamá de Marta, destinó $80 millones que tenía por el seguro de vida de su esposo para DRFE.
La epidemia DRFE no fue exclusiva de los Burbano. Como ellos, unos 35 mil payaneses hicieron lo mismo. Incluso el gobernador del Cauca, Guillermo González, cuenta que sus trabajadores vaciaron el fondo de empleados por invertir en DRFE, que en Popayán era la captadora que más tenía clientes. Todos los habitantes quieren saber si quien está a su lado invirtió en “el hueco”, que es como le dicen desde que apareció la primera sede en un humilde barrio al sur de la ciudad en febrero de este año llamado La María Occidente.
7. Caloto, en la mira
En la plaza central de Caloto, municipio ubicado a dos horas de Popayán y a una de Cali, no se siente más que tranquilidad. Nada parece alterar la parsimonia con que viven los moradores del casco urbano de este pueblo del norte del Cauca. Sin embargo, sólo el 11% de los habitantes de Caloto residen en esta área, en donde las Farc hicieron su última incursión armada en 2001. Desde entonces, la guerrilla se volvió un recuerdo difuso, aunque hace menos de tres meses la Fuerza Pública fue atacada en dos ocasiones con cargas explosivas.
No obstante, otra es la realidad para el 89% restante que se ubica en las veredas y corregimientos del pueblo. Es allí, en las zonas rurales, en donde tienen lugar los enfrentamientos entre la guerrilla y el Ejército. Aunque su presencia ha disminuido notoriamente, los pobladores saben que el frente VI y la columna móvil “Jacobo Arenas” de las Farc no se han ido del todo.
En El Alto, una vereda localizada a ocho kilómetros del centro urbano de Caloto, los habitantes están preocupados por situaciones que se han generado recientemente. Aseguran que hombres encapuchados patrullan la localidad por las noches, que los líderes comunales están siendo objeto de amenazas por parte de grupos ilegales. En Caloto, además, la aparición de las Águilas Negras es un rumor que cada vez toma más fuerza.