Por: FABIO ARÉVALO ROSERO MD
Era la noche de Navidad. Dios contemplando a sus hijos le dijo a uno de sus ángeles: "Baja a la tierra y tráeme aquello que represente todo lo bueno que se ha hecho en mi nombre". El ángel descendió pero su misión no resultó fácil. Muchas cosas buenas habían pasado, pueblos que se habían reconciliado, ciudades donde los niños eran lo más importante, investigadores y artistas que aportaban al desarrollo. También había líderes que entregaban su vida para construir sociedades más inteligentes, equitativas y sostenibles. Científicos que habían ingresado a la política para trabajar por los más pobres y hacer de la educación el motor de la transformación social. O alguien que había hecho que una sociedad pase del miedo a la esperanza y que ahora quería hacer lo mismo con todo un país. ¿Cómo sería posible encontrar entonces algo que representase todo esto? Mientras sobrevolaba la tierra, el ángel escuchó el sonido de una iglesia. La melodía que se desprendía era tan hermosa que al ángel le recordó la voz de Dios. Pudo escuchar los acordes de un coro que entonaba "Noche de Paz". Era las voces de humildes niños que cantaban en perfecta armonía. Luego se elevó por los aires escuchando en los pueblos los maravillosos villancicos. En esas personas que los entonaban encontró paz en sus corazones. Pero no había advertido de los miles de secuestrados y desplazados para quienes no existía sino dolor y desesperanza. Cogiendo con sus manos uno de los sonidos de las canciones, pensó que quizás ellas representaban lo mejor que hay en la tierra en esta Navidad. La voz de los hombres entonaba bellas melodías a través de las cuales era llevada la esperanza a aquellos que creían haberlo perdido todo. Sin embargo, a pesar de haber encontrado una respuesta, esta música por sí sola no era suficiente. El ángel debía llevar a Dios la urgencia de hacer algo por los más necesitados, secuestrados y víctimas de los gobiernos que producían miseria, hambre y más guerras. Así fue. Y Dios miró a Colombia y encontró a un líder preocupado por un referendo y unas encuestas. Era una especie de "súperarzobispo" que perseguía a los mayores pecadores para entregarlos a un país donde él creía estaba el Dios de la tierra, un tal San George. Pero cuando su mirada llegó al Sur su corazón se arrugó ante tanta indignidad en esta época producto de equivocadas decisiones políticas que acabaron con la ilusión de la gente. En realidad había pocas cosas buenas en esta Navidad pero la justicia divina es inexorable. Dios entonces tomó una decisión, ayudar a aquel que tenga el mayor compromiso ciudadano por Colombia.