lunes, julio 14, 2008

Roberto Bolaño




por: Diógenes Díaz Carabalí

Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953-2003) es de esos escritores que marcan al lector, que lo obnubilan; de aquellos que te dejan diciendo: ¿Por qué no se me había ocurrido?


Transhumante, Bolaño, en nuestra percepción conservadora, levanta sospechas. Además porque si uno se entera de su biografía: autodidacta, recorrió América Latina desde la Patagonia hasta México, sin asiento y sin casa dónde enraizarse, resulta paradójicamente particular, pero da a conocer sin tapujos nuestra idiosincrasia, la que muchas veces intentamos disfrazar tras falsos nacionalismos.


El primer libro de Bolaño al que tuve acceso fue “Putas Asesinas”: presente allí la trashumancia, los dotes del escritor inmenso que esculca en la cultura, asombrándose de nuestra variable ecología racial; en sus cuentos hay particular mención de una Medellín dinámica, en contraste con una Popayán apacible, y así hace un recorrido por todo el continente españolizado, que al parecer tanto lo cautivaba y lo lleva a combatir como los héroes, para escribir con las tripas, porque Bolaño era eminentemente visceral.


Las “Putas...” me introdujeron al mundo de Bolaño, pero“Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce” (1984), Premio Ámbito literario de narrativa, una breve historia policíaca de latinoamericanos en Europa, muestra cabal del desarraigo, un tema que apasiona, muchos intelectuales del mundo en él han incursionado, constituye la presencia cruel en la pérdida del sentido de la vida y de los códigos, que despersonaliza y lleva al infierno interior de la soledad, para enfrentarse con lo implacable de la moral que a veces daña.


Y el máximo parto de Bolaño, donde sin duda padeció de un costreñimiento, es en “Los detectives salvajes”, Premio Herralde de Novela, una obra prolongada, abre puertas en vez de cerrarlas, mata con la crudeza de su visión contrario al tono rosa aun presente en los escritores del boom, como que Latinoamérica no puede continuar en la mojigatería, disfrazando sus problemas y barnizando la injusticia que campea a pesar de las revoluciones. Es la obra del escritor clásico que marca, porque después de recorrer sus más de setecientas páginas, Roberto Bolaño parece decir: Ahí les queda su mundo que es una grosería, para que lo sigan explorando incluso con poemas de amor, los poemas de amor de los Visceralistas que desde México (como desde cualquier rincón del mundo) se tiran el contexto de la poesía Latinoamérica, de los sueños que ya no son poesía, porque los poetas también son unos asesinos.


Bolaño presente, símbolo y tirantez, provocador y miserable, aguantó hambre y comió de la física Mierda..., falleció de cirrosis por puto y por ambicioso, al enclaustrarse en México o Barcelona, en Medellín o Madrid, en Tel-Aviv o París, así no supiera qué iba a comer al día siguiente, porque los manuscritos bajo el brazo no alimentan ni a las cucarachas, es sin duda un referente válido de la literatura contemporánea, sin que tuviera que recurrir a sepultar a sus antepasados.

FACEBOOK

https://www.facebook.com/profile.php?id=711839823