QUE NOS DEVUELVAN LA CIUDAD
MARCO ANTONIO VALENCIA CALLE
Estimado columnista:
A riesgo de parecerte xenófobo (persona que tiene miedo a los extraños), o de vivir una temporada en el infierno de éste pueblo chiquito que es Popayán, te hago un llamado para que le pidas a los popayanejos salir de sus madrigueras y recuperar la ciudad. Mejor, a recuperar nuestra dignidad. Pues se la robaron, como dice el Alcalde.
No estoy en contra de las gentes de bien que han venido a construir futuro y criar familias en el buen clima del Valle de Pubenza. Pero es que últimamente las fortunas construidas, los libros escritos y los pecados de lamentar, están en cabeza de extraños. ¿Y los popayanejos, dónde están?
La cultura de Popayán, que era un ideal nacional y un espíritu que despertaba envidias se congeló, y tal parece que “la tertulia popayaneja” (un grupo de nonagenarios como yo), somos los últimos “señores” de una estirpe que se queda en comentar lo que fuimos, pero que, con respeto y realismo, el reloj nos tiene los días contados.
Popayán fue ciudad de glorias contundentes. De altísimas distinciones académicas y costumbres finas, al punto que su historia hizo pensar que descendíamos de una genética de prohombres. La historia no miente y no juzga a ciegas.
Pero desdichadamente la invasión de pueblerinos venidos de todas las latitudes a robar y usurpar espacios, oficios, costumbres y hasta representación, han extinguido (¿degenerado?) la raza del popayanejo. Ya no hay lustre, ni intelectuales, ni caballeros, ni gente elegante...
Cuando Popayán era un pueblo habitado por popayanejos, desde aquí, éramos faro de cultura nacional en todos los campos. Pero desde que llegaron los extraños con el pretexto de estudiar (y se quedaron a vivir) y cruzaron sus genes y costumbres, el panorama es otro, estamos condenados a la esterilidad mental y política, a los errores, y a vivir un caos moral indescriptible, salvo contadísimas excepciones.
El ideal popayanejo, ya no existe, lo usurparon gentes venidas de todas partes. La historia no miente, desde que cientos de campesinos, desplazados y buscadores de fortuna de todas las latitudes del país invadieron la ciudad, la raza ha cambiado (¿desmejorado?). La moral es otra, la mediocridad campea. Los extraños no han aportado positivamente nada de mostrar, salvo quejas y reclamos pendencieros por nuestro amor a la ciudad. Por ellos el sector histórico fuera plaza de mercado y la Semana Santa, feria de chucherias.
Mucho daño hacen las colonias que solamente trabajan para sus intereses políticos y construcción de pueblitos dentro del pueblo sin aportarle nada a la ciudad, o sí, sus libertinajes y el caos en los servicios públicos. Que traigan sus hablaos, sus extravagantes gustos culinarios, sus ruidos y necesidades, no quieren decir que estén haciendo aportes positivos.
Quiéranlo o no, Popayán con la llegada de extraños es cada día más pobre económica y políticamente. Los hombres y mujeres que representan nuestra tierra ya no son de Popayán, son allegados de pueblos raros, mejor dicho, ni chicha ni limoná.
Por Dios ¿qué paso con la inteligencia de los popayanejos? El genetista Emilio Yunis dice que cuando un pueblo no crea inteligencia, ni ciencia, ni empresa, se queda en la emotividad poética-artística, en la adoración de imágenes, y eso le sirve poco a Colombia. ¿Será por eso que lo mejor de Popayán son las imágenes de su Semana Santa, sus recuerdos prehistóricos y la poesía bobalicona de sus poetastros?.
Hay otra teoría: ante “la casa tomada” (como en el cuento de Julio Cortazar) todos los payaneses se fueron, y entonces, no he dicho nada y mi reclamo se queda en embeleco de viejo.