domingo, marzo 02, 2008

Imágenes urbanas


por:Felipe García Quintero


1. Uno camina por alguna calle de Popayán y el paisaje del hábito urbano te habla, murmura cosas, pues igual que un libro la ciudad está hecha de signos para leer e interpretar.
Y lo mejor es detenerse en el detalle común y anodino de parar oreja, de abrir la mirada al relieve hondo de la rutina y encontrar que al fin algo desconocido palpita adentro, cerca de nuestro paso veloz por un mundo en el cual la regla mayor es vivir rápido; es decir, no tener contacto con nada ni con nadie. Y pese al afán laboral, ahora mismo algo nos ataja. Vemos un letrero marchito que anuncia oficios perdidos como aquel de reparar máquinas de escribir o el de digitar textos en computador, y entonces se comprende que también aquí el tiempo pasa y nos cambia.

2. Es cuando se levanta la mirada del suelo cotidiano que emerge el ocio creativo de preguntar por cada cosa, de auscultar la vida que aún late imperceptible, ahora, en las cuerdas eléctricas donde anidan esas oscuras motas de polvo que bien son plantas aéreas de luz. Mas la flora urbana también nos regala de repente una visión íntima de lo bello, reservada para la contemplación poética: el viaje de una flor solitaria que desde la copa leñosa del guayacán ceniciento cae al pavimento mecida por el smog automotor. Y es la esperanza una imagen pedestre de la cual hace el hombre su imperio, pues con alegría hemos dejado atrás el parque Mosquera, y de frente tenemos la sonrisa incólume del candidato quemado por el fuego electoral. Su figura son hilachas de papel pagado al lomo del poste, donde un perro orina y, como nosotros en el colectivo, sigue de largo, y calle abajo se pierde.


3. A cada momento, a toda hora, siempre el diálogo con la ciudad cambia. Basta con tomar la otra acera al bajar del bus y no en el punto conocido para que el horizonte sea diferente, acaso nuevo porque no está en el hábito y el uso con que se aprende la ciudad. Y lo es porque uno siempre va siento otro, incluso en la memoria el recuerdo es también un pasajero móvil. Y la ciudad que viaja en nuestros pasos es con uno igual, jamás una calle es la misma calle, aunque los signos urbanos permanezcan afirmados al mundo de la semejanza, mediante las fotos, postales y pinturas emblemáticas de la arcadia colonial, esa ciudad de inasible belleza, de frágil sosiego, reservada para el turista.
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