sábado, noviembre 25, 2006
un extraño en POPAYÁN
Porque me gusta el clima de Popayán, me dicen extraño, ¡que tal estos igualados! Más extraños serán ellos que quieren vivir en un clima lluvioso perenne o de verano eterno. No señores: lo bueno, lo rico y lo chévere, es que en esta ciudad uno nunca sabe si va a llover, hacer calor o bochorno. La dinámica positiva esta allí, en la sorpresa y el asombro que produce el poder pasar del calor al frío sin aviso ni pronostico, cualquier día del año, a cualquier hora del día. Pocos lugares en el mundo se dan el lujo de tener verano, invierno, otoño y primavera en un solo día. Algunos dicen que el cambio de clima los enferma, que es malsano. ¡Pura paja!, calumnias y justificaciones falsas de la gente débil que le echan la culpa de su pobres genes y su precaria sanidad al clima, una de las mejores cosas de Popayán. Entonces todo el mundo viviría por la calle con bufanda tose que tose con pulmonías y gripes. Y no señores. Aquí la gente es saludable porque vive en una ciudad cálida, respirable, fresca, templadita.
Porque me gusta relacionarme con la gente de Popayán, me dicen extraño. ¡Que tal éstos atrevidos! Más extraños serán ellos que quieren tratar siempre con gente plana, predecible. No señores, lo bueno de la vida, es encontrar gente como la de Popayán. Gente que mientras con la palabra te dicen algo, con los gestos otra cosa. Gente que te dice algo de frente, pero uno no sabe si va a decir lo mismo cuando vos te vas. Gente que con la mirada podes calcular y pesarla de una manera, pero al tratarla resulta de otra. Entonces, allí está lo lúdico, lo rico. Con la gente de aquí, uno nunca sabe a qué juega y todos los cálculos resultan malos. La gente predecible es aburrida. La gente que actúa con caretas, como en el teatro, hace los días interesantes y de las conversaciones un misterio. Y no hay nada más chévere que los misterios. Los que desconocen el dulce placer de hablar pestes de los demás o lo bueno que se pasa una tarde contando chismes y difamando, opinan mal diciendo que aquí no pasa nada, que es un pueblo aburrido.
Porque me gustan las mujeres de Popayán, me dicen “extraño”. ¡Que tal estos abusivos! Que se cuiden ellos y sus abuelas. Si se pasearan empelotadas como las de Cali aunque se viran atractivas dejaban de ser interesantes, porque ya no quedaría nada que descubrirles. ¿Que la mujeres de aquí tienen una belleza rara?, pues claro, son de una raza única en el mundo, en cada una de ellas hay una indigenita panguanita, mezclada con negrita bocahico, con genes arabe-judio-español, con pensamientos de santas y de brujas, de paganas-cristianas. ¿Qué más se le puede pedir a la vida que una mujer de raza, actitud, belleza y forma extraña de ser?
Nada más aburrido, insisto que lo predecible, que la cotidianidad, que los días, la gente y los hábitos iguales. En la variedad esta el placer. Que tal una vida sin mentiras, sin imaginación, sin gente de alcurnia, sin ricos pobres, sin hidalgos. ¿Han escuchado que la imaginación es la loca de la casa? Pues bien, nuestra casa, Popayán, es como la imaginación… y allí esta su perverso encanto. Aprendan y respeten. No sean igualados.
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