jueves, noviembre 30, 2006
miércoles, noviembre 29, 2006
GASTRONOMÍA en Popayán
martes, noviembre 28, 2006
con el ojo puesto en POPAYÁN
Que no nos venga a decir "que para lo que hay que ver en este pueblo con un ojo basta";
porqué en esta villa, en este amago de ciudad, en este pueblo grande, tenemos muchas cosas para ver:
Mujeres hermosas que caminan como saltando o saltan como caminan; fantasmas de museos pegados a las casas de paredes blancas y conciencias húmedas; gentes pobres con hambre pero sonrientes y felices, tantas como gentes estiradas sin dinero y apellidos de pedigrí; gentes arrugadas en el conservatismo o conservadas en el liberalismo; cementerios donde no están todos los que son ni son todos los que están y restaurantes donde se come de todo, menos de lo nuestro.
Hay lluvias en invierno como en verano, y flores de veranera en cada casa de campo todo el año. Hay mucho jefe y pocos indios, y muchos "indios" analfabetas por ahí de jefes. Hay pedazos de tierras baldías y otras abandonadas, pero también tierras gastadas y otras mal trabajadas.
Con tanto para ver, seguro que con un ojo no basta....
porqué en esta villa, en este amago de ciudad, en este pueblo grande, tenemos muchas cosas para ver:
Mujeres hermosas que caminan como saltando o saltan como caminan; fantasmas de museos pegados a las casas de paredes blancas y conciencias húmedas; gentes pobres con hambre pero sonrientes y felices, tantas como gentes estiradas sin dinero y apellidos de pedigrí; gentes arrugadas en el conservatismo o conservadas en el liberalismo; cementerios donde no están todos los que son ni son todos los que están y restaurantes donde se come de todo, menos de lo nuestro.
Hay lluvias en invierno como en verano, y flores de veranera en cada casa de campo todo el año. Hay mucho jefe y pocos indios, y muchos "indios" analfabetas por ahí de jefes. Hay pedazos de tierras baldías y otras abandonadas, pero también tierras gastadas y otras mal trabajadas.
Con tanto para ver, seguro que con un ojo no basta....
Calles de POPAYÁN
En Popayán, en una tarde y en una esquina cualquiera
en un cruce de horas y trastornos,
puede verse una mancha amarilla aflorando en groserías,
a un abuelo pidiendo el regreso de otros tiempos más calmados,
el grito del hombre desplazado de la riqueza buscándose el pan
a un bus lleno de gente transportada como animales en una buseta
al motociclista jugando a no matar a nadie o no matarse así mismo, en medio de la gente
al vendedor de minutos agazapando en un toldo,
al que cuida los carros como quien cuida una vida
a un par de farolitos colgados a la intemperie
en un cruce de horas y trastornos,
puede verse una mancha amarilla aflorando en groserías,
a un abuelo pidiendo el regreso de otros tiempos más calmados,
el grito del hombre desplazado de la riqueza buscándose el pan
a un bus lleno de gente transportada como animales en una buseta
al motociclista jugando a no matar a nadie o no matarse así mismo, en medio de la gente
al vendedor de minutos agazapando en un toldo,
al que cuida los carros como quien cuida una vida
a un par de farolitos colgados a la intemperie
lunes, noviembre 27, 2006
Ciudad letrada de poemas transparentes -->
Artículo Diario Jurídica al Día. pag. cultural noviembre 27, 2006 (http://www.juridicaaldia.com/index.php?fechahoy=2006/11/27&index_noticias=32&ok=vermas¬icia_id=8232)
(foto manvalencia: mural fac. de Medicina. Unicauca).
De repente en medio del ruido atronador de los automóviles que atraviesan las calles del centro que conducen al parque Caldas, una pequeña brisa de invierno empieza a caer como un fantasma acechante sobre el blanco infinito en el que el cielo se confunde con los muros transparentes de esta ciudad en la que por estos días no cesa de llover.
Se borran de nuevo las metáforas prolíficas escritas detrás de las paredes invisibles y vacías de siempre, en este pueblo hermoso y tranquilo de poemas tejidos en los intervalos silenciosos de las gotas de lluvia. La bruma desciende cada vez más trayendo consigo el olor azufroso del volcán y los ruiseñores se fugan buscando refugio debajo de alguna piedra olvidada.
Entonces, allí, en el centro de la tormenta, un ojo se levanta discreto sobre otro ojo que lo espía y que a su vez es grabado por una cámara de seguridad que cuelga boca abajo de la cornisa. Un niño patojo sonríe mientras salpica su humanidad en un charco y su madre con su hermano en brazos lo reprende para que deje de hacerlo.
Los autos pasan salpicando a las mujeres que vienen de pedir en la misa de seis del Domingo y ellas le lanzan insultos y luego se persignan porque el que peca y reza empata. Una canción de amor viaja en el aire como un faisán en temporada de caza y esa dulce voz de la humilde mujer que la sostiene en el aire se vuelve suplica a las afueras de la catedral con una mano extendida.
¡Ciudad blanca, ciudad letrada!, que has alimentado alrededor de tus centros la iconografía inexpugnable de las tradiciones y el orgullo de tus personajes canonizados que descansan en algún parque que ahora sirve para privilegiar los espacios de los discursos marginales. Te pareces tanto a Grecia y tu rostro de virgen renacentista me recuerda ese verso sonámbulo del poema extranjero de Quesep que dice: Siempre diré ¡dónde me encuentro!, ¿Qué extraña tierra es esta que no recuerdo el nombre de los pájaros para hacerme una palma con sus alas?
Llegará el día en que las paredes de este Municipio sean pintadas con el color libertario de la poesía, cuando encontremos un dulce estribillo en la mirada del pensionado que se sienta en el parque a contemplar su pasado o en la encantadora pareja de esposos que se quedan a escuchar su propia historia en la voz de algún cuentero ambulante. Llegará ese día en que planten algún rascacielos y en que alguna estatua blanca cansada de su eterno reposo se despierte de su sueño y se vaya lejos a donde ya nadie pueda encontrarla.
Mientras tanto seguiremos siendo los mismos lectores de una cotidianidad abrumada por la calma, en esta isla blanquecina de tamales y empanadas de pipián, de recuerdos volcánicos o de sueños acunados en las sombras de algún sotareño de arrabal. Tal vez alguien te regale una novela Popayán, alguien que podría ser la señora de los dulces o el embolador que se sienta plácido a contemplar las páginas eróticas de alguna edición semanal.
De repente en medio del ruido atronador de los automóviles que atraviesan las calles del centro que conducen al parque Caldas, una pequeña brisa de invierno empieza a caer como un fantasma acechante sobre el blanco infinito en el que el cielo se confunde con los muros transparentes de esta ciudad en la que por estos días no cesa de llover.
Se borran de nuevo las metáforas prolíficas escritas detrás de las paredes invisibles y vacías de siempre, en este pueblo hermoso y tranquilo de poemas tejidos en los intervalos silenciosos de las gotas de lluvia. La bruma desciende cada vez más trayendo consigo el olor azufroso del volcán y los ruiseñores se fugan buscando refugio debajo de alguna piedra olvidada.
Entonces, allí, en el centro de la tormenta, un ojo se levanta discreto sobre otro ojo que lo espía y que a su vez es grabado por una cámara de seguridad que cuelga boca abajo de la cornisa. Un niño patojo sonríe mientras salpica su humanidad en un charco y su madre con su hermano en brazos lo reprende para que deje de hacerlo.
Los autos pasan salpicando a las mujeres que vienen de pedir en la misa de seis del Domingo y ellas le lanzan insultos y luego se persignan porque el que peca y reza empata. Una canción de amor viaja en el aire como un faisán en temporada de caza y esa dulce voz de la humilde mujer que la sostiene en el aire se vuelve suplica a las afueras de la catedral con una mano extendida.
¡Ciudad blanca, ciudad letrada!, que has alimentado alrededor de tus centros la iconografía inexpugnable de las tradiciones y el orgullo de tus personajes canonizados que descansan en algún parque que ahora sirve para privilegiar los espacios de los discursos marginales. Te pareces tanto a Grecia y tu rostro de virgen renacentista me recuerda ese verso sonámbulo del poema extranjero de Quesep que dice: Siempre diré ¡dónde me encuentro!, ¿Qué extraña tierra es esta que no recuerdo el nombre de los pájaros para hacerme una palma con sus alas?
Llegará el día en que las paredes de este Municipio sean pintadas con el color libertario de la poesía, cuando encontremos un dulce estribillo en la mirada del pensionado que se sienta en el parque a contemplar su pasado o en la encantadora pareja de esposos que se quedan a escuchar su propia historia en la voz de algún cuentero ambulante. Llegará ese día en que planten algún rascacielos y en que alguna estatua blanca cansada de su eterno reposo se despierte de su sueño y se vaya lejos a donde ya nadie pueda encontrarla.
Mientras tanto seguiremos siendo los mismos lectores de una cotidianidad abrumada por la calma, en esta isla blanquecina de tamales y empanadas de pipián, de recuerdos volcánicos o de sueños acunados en las sombras de algún sotareño de arrabal. Tal vez alguien te regale una novela Popayán, alguien que podría ser la señora de los dulces o el embolador que se sienta plácido a contemplar las páginas eróticas de alguna edición semanal.
sábado, noviembre 25, 2006
POPAYÁN, ciudad de niebla
POPAYÁN, ciudad de niebla, de paisajes inesperados, de tejados negros y sueños perdidos en otros tiempos.
Ciudad de mañanitas con el sol quebrado en los reflejos de aquellas casas, donde la gente se levanta a mirar el día, a pronosticar las lluvias y las visitas.
Ciudad de iglesias que asombran al vuelo de las palomas, de montañas cercanas y gente que transpira con los recuerdos. De recuerdos como nieblas que vienen y se van, como se fueron los días gloria que ya no son nuestros.
(fototexto:manvalencia)
un extraño en POPAYÁN
Porque me gusta el clima de Popayán, me dicen extraño, ¡que tal estos igualados! Más extraños serán ellos que quieren vivir en un clima lluvioso perenne o de verano eterno. No señores: lo bueno, lo rico y lo chévere, es que en esta ciudad uno nunca sabe si va a llover, hacer calor o bochorno. La dinámica positiva esta allí, en la sorpresa y el asombro que produce el poder pasar del calor al frío sin aviso ni pronostico, cualquier día del año, a cualquier hora del día. Pocos lugares en el mundo se dan el lujo de tener verano, invierno, otoño y primavera en un solo día. Algunos dicen que el cambio de clima los enferma, que es malsano. ¡Pura paja!, calumnias y justificaciones falsas de la gente débil que le echan la culpa de su pobres genes y su precaria sanidad al clima, una de las mejores cosas de Popayán. Entonces todo el mundo viviría por la calle con bufanda tose que tose con pulmonías y gripes. Y no señores. Aquí la gente es saludable porque vive en una ciudad cálida, respirable, fresca, templadita.
Porque me gusta relacionarme con la gente de Popayán, me dicen extraño. ¡Que tal éstos atrevidos! Más extraños serán ellos que quieren tratar siempre con gente plana, predecible. No señores, lo bueno de la vida, es encontrar gente como la de Popayán. Gente que mientras con la palabra te dicen algo, con los gestos otra cosa. Gente que te dice algo de frente, pero uno no sabe si va a decir lo mismo cuando vos te vas. Gente que con la mirada podes calcular y pesarla de una manera, pero al tratarla resulta de otra. Entonces, allí está lo lúdico, lo rico. Con la gente de aquí, uno nunca sabe a qué juega y todos los cálculos resultan malos. La gente predecible es aburrida. La gente que actúa con caretas, como en el teatro, hace los días interesantes y de las conversaciones un misterio. Y no hay nada más chévere que los misterios. Los que desconocen el dulce placer de hablar pestes de los demás o lo bueno que se pasa una tarde contando chismes y difamando, opinan mal diciendo que aquí no pasa nada, que es un pueblo aburrido.
Porque me gustan las mujeres de Popayán, me dicen “extraño”. ¡Que tal estos abusivos! Que se cuiden ellos y sus abuelas. Si se pasearan empelotadas como las de Cali aunque se viran atractivas dejaban de ser interesantes, porque ya no quedaría nada que descubrirles. ¿Que la mujeres de aquí tienen una belleza rara?, pues claro, son de una raza única en el mundo, en cada una de ellas hay una indigenita panguanita, mezclada con negrita bocahico, con genes arabe-judio-español, con pensamientos de santas y de brujas, de paganas-cristianas. ¿Qué más se le puede pedir a la vida que una mujer de raza, actitud, belleza y forma extraña de ser?
Nada más aburrido, insisto que lo predecible, que la cotidianidad, que los días, la gente y los hábitos iguales. En la variedad esta el placer. Que tal una vida sin mentiras, sin imaginación, sin gente de alcurnia, sin ricos pobres, sin hidalgos. ¿Han escuchado que la imaginación es la loca de la casa? Pues bien, nuestra casa, Popayán, es como la imaginación… y allí esta su perverso encanto. Aprendan y respeten. No sean igualados.
viernes, noviembre 24, 2006
Arco iris en POPAYÁN
COTIDIANIDADES 2
COTIDIANIDADES 1
En este pueblo de paredes blancas y ensueños de Dios, no solo hay que arrastrar el alma para vivir como mejor se pueda, también hay que levantarse a arrastrar "la carreta" que a cada uno nos toca para poder vivir. Porque en este pueblo, no solo vivimos de historia, sino de los esfuerzos diarios y de las ganas...
domingo, noviembre 19, 2006
POPAYÁN, de aventuras
A Popayán, llegan cada año miles de turistas en busca de El Dorado, el Santo Grial, la piedra filosofal y hasta "el veneno" de la eterna juventud. Y cuando comienzan a caminar por sus calles, todo eso encuentran en unas cuantas casas blancas, hermosas, en unas calles apretadas de faroles e historias reales que alegran el alma.
"La Ciudad Blanca", es un paraiso enclavado en Los Andes. Sus tesoros estan en el corazón de sus gentes, en la paz de sus calles, en la luz brillante que la ilumina, en la tranquilidad de su entorno, en la vida maravillosa de sus paisajes.
(fotonota: manvalencia)
"La Ciudad Blanca", es un paraiso enclavado en Los Andes. Sus tesoros estan en el corazón de sus gentes, en la paz de sus calles, en la luz brillante que la ilumina, en la tranquilidad de su entorno, en la vida maravillosa de sus paisajes.
(fotonota: manvalencia)
sábado, noviembre 18, 2006
POPAYÁN, ciudad de paraisos cercanos
Popayán, tiene una iglesia para cada habitante y cada habitante tiene su propio refugio para calmar sus ansias y detener el mundo cuando los conflictos del alma llegan y abruman.
Es una ciudad que late despacio, que se respira bien, que no tiene los ruidos del mundo que se autodestruye así mismo.
Popayán, es el pueblo que le hizo Dios al hombre, para pasar sus días de descanso, de tardes maravillosas y silencios largos.
Una ciudad para lograr y buscar los pensamientos más profundos, los paraisos más cercanos.
fotocomentario (manvalencia)
POPAYÁN, una señora de vanidades blancas
Popayán, como una señora de vanidades blancas, se viste cada mañana de todos los días, con un cielo claro, de nubes y vientos suaves. Y así, le gusta que la fotografien, que la miren y admiren; que le caminen sus calles y sus barrios, sus mundos y sub-mundos.
Popayán, es una señora de faldas largas, de cuerpo esbelto y pechos que no se pueden dejar de mirar, de caminar o recorrer. Una mujer de aretes con arabescos y collares que todos quieren tener y aprender a lucir. Una dama tierna, de encantos raros y lluvias frescas.
Popayán, una señora de tardes pasadas por agua, de pequeñas lluvias y muchos arcoiris, de truenos y puestas de sol al mismo tieempo. Una ciudad de músicas propias y ensueños ajenos.
(fotocomentario: manvalencia)
POPAYÁN, ciudad de callecitas empinadas
Popayán, es una ciudad de callecitas empinadas y paredes blancas, de ventanas de amor y cupulas de otro mundo, de paredes de piedra y adobe pintadas con cal, de farolitos de ensueño y calles blandas, de gente que camina lenta y cielos puros, de silencios y lluvias imprevistas. (fotocomentario: manvalencia)
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